JRS sobre el fallecimiento del Papa Francisco y su legado de fraternidad y justicia

26 April 2025

JRS sobre el fallecimiento del Papa Francisco y su legado de fraternidad y justicia


El Papa Francisco con personas refugiadas y migrantes en el Centro Astalli /JRS Italia.

El Papa Francisco, que siempre hizo un llamamiento a un mundo construido sobre la fraternidad, la solidaridad y la igual dignidad para todas y todos, ya no está con nosotros. El Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) se une a las personas de buena voluntad de todo el mundo para llorar su pérdida y expresar la determinación de mantener vivo su legado de esperanza.

Con la muerte del Papa Francisco, las personas refugiadas han perdido a un defensor inquebrantable y apasionado. Desde el inicio de su papado, nos instó y desafió a asumir responsabilidades, a preocuparnos por el sufrimiento de las personas refugiadas, a llorar sus muertes prematuras en nuestras fronteras y a tener el valor de acogerles.

Uno de sus primeros viajes como Papa fue a Lampedusa en 2013, una pequeña isla en la mortífera ruta migratoria del Mediterráneo central. Durante aquella visita histórica, el Papa Francisco deploró la “globalización de la indiferencia” e hizo un llamamiento directo que resuena hasta hoy: ““¿Dónde está tu hermano?” Su sangre clama a mí, dice el Señor. No es una pregunta dirigida a los demás; es una pregunta dirigida a mí, a ti, a cada uno de nosotros.”

Lampedusa marcó el inicio de un viaje que el Papa Francisco invitó a emprender hacia un horizonte de “un mundo de paz, en el que vivamos como hermanos y hermanas”, despojado de “fronteras de ignominia” y marcado por una cultura de la hospitalidad y del encuentro. Evocó repetidamente el modelo del Buen Samaritano, que mostró un “amor que construye una fraternidad abierta a todos, sin excepción”. Su mensaje fue sencillo: como hermanos y hermanas, somos responsables los unos de los otros. Las personas refugiadas no son una carga que perturba nuestra comodidad, sino parte nuestra, con “rostros, nombres e historias individuales”.

El Papa Francisco abrió el camino con gestos y sugerencias prácticas. Poco después de ser elegido, se reunió con personas refugiadas en el comedor social del JRS en Roma. Instó a las congregaciones e institutos religiosos a abrir sus puertas para acoger a las personas refugiadas, diciendo: “Necesitamos comunidades solidarias que realmente pongan en práctica el amor”. Cuatro verbos se convirtieron en su guía para quienes querían ayudar: acoger, proteger, promover, integrar.

El Papa Francisco se mostró firme en su condena de los obstáculos que impiden la verdadera fraternidad. Nos rogó que no tuviéramos miedo de nuestras diferencias, sino solo de “la cerrazón y los prejuicios que pueden impedirnos encontrarnos verdaderamente unos con otros”.

Advirtió contra las estrechas preocupaciones por la identidad personal, comunitaria o nacional que derrotan la humanidad compartida y subrayó “una mentalidad retorcida que, en lugar de permitirnos vernos como hermanos y hermanas, nos hace vernos como enemigos”.

El Papa apeló incansablemente a poner fin a ciclos de odio y violencia aparentemente ineludibles, afirmando que “cada muerte violenta nos disminuye como personas”. Sus súplicas se vieron respaldadas por directrices concretas en sus discursos y escritos, especialmente en la encíclica Fratelli Tutti, en la que estableció un plan para trabajar por la reconciliación: “La verdad es compañera inseparable de la justicia y de la misericordia. Las tres juntas son esenciales para construir la paz”.

Hasta el final del viaje de su vida, el Papa Francisco estuvo al lado de las personas refugiadas y nos exhortó a hacer lo mismo. En su carta a los obispos estadounidenses sobre la campaña de deportación masiva del gobierno, advirtió contra ceder a “narrativas que discriminan y causan sufrimiento innecesario a nuestros hermanos y hermanas migrantes y refugiados”.

En esa carta, su última palabra en defensa de las personas refugiadas resume su mensaje: “Lo que se construye sobre la base de la fuerza, y no sobre la verdad de la igual dignidad de todo ser humano, empieza mal y acabará mal”.

Fortalecido por las palabras y el ejemplo del Papa Francisco, el JRS construirá sobre su legado y seguirá adelante con los demás. “En tiempos tan inciertos que dejan a muchas personas en situaciones de extrema fragilidad, nos tranquiliza y nos orienta el testimonio del Papa Francisco: la paz solo puede construirse sobre el reconocimiento de la dignidad de cada uno como seres humanos, sin más condiciones. Esto es lo único que nos garantiza un futuro, en contra de las narrativas que se construyen sobre la dominación, la destrucción o la exclusión”, dice el Hermano Michael Schöpf, Director Internacional del Servicio Jesuita a Refugiados.

El JRS mantiene su compromiso de construir un “nosotros” cada vez más amplio para trabajar por “una comunidad que, a pesar de todas sus limitaciones humanas, encarne el sueño de Dios”.